Copy Paste Ilustrado , noticias Jueves, 21 abril 2016

Los 400 años de «El primer peruano», el Inca Garcilaso de la Vega

Lo sabemos, el Perú está en estado de excepción. ¿Cómo no preocuparse por el país en las condiciones actuales? ¿Cómo voltear la cara ante lo que parece un inevitable hundimiento? Y, sin embargo, por una necesidad interna y para airearnos también de las discusiones políticas, se deberían recordar fechas cruciales: los 80 años de nuestro Nobel de Literatura, el aniversario de la muerte de Vallejo y los 400 años de la muerte del Inca Garcilaso de la Vega.

Con ustedes, el Inca Garcilaso de la Vega (o mejor dicho una imagen de cómo creemos que fue él, porque realmente no lo sabemos). Foto: Guidoancori.

Con ustedes, el Inca Garcilaso de la Vega (o mejor dicho una imagen de cómo creemos que fue él, porque realmente no lo sabemos). Fuente: Guidoancori.

Como todos los grandes hombres que ayudaron a formar un país, el Inca Garcilaso de la Vega ha subsistido estas centenas de años con impresionante vigencia. Su legado es tan grande que en Hispanoamérica se le está celebrando junto a William Shakespeare y Miguel de Cervantes, otros titanes de las letras que murieron el mismo año, el mismo mes y en la misma semana: durante la veintena de abril de 1616. ¿Los grandes siempre se van de a tres? La Casa América de España le rindió un ciclo de conferencias magistrales desde el mes de febrero y en Lima, el Instituto Raúl Porras Barrenechea preparó un pequeño homenaje.

¿Por qué hay que conocer y recordar al Inca Garcilaso de la Vega?

Inca Garcilas cool

El Inca Garcilaso fue el primero que construyó el camino que uniría el mundo andino y español. Imagen: Casa América.

El Perú actual, ese rostro mestizo que cada vez se mira con menos prejuicios, comenzó a formarse con el Inca Garcilaso de la Vega. Él mismo era una mixtura, la unión de dos mundos que nunca más se separarían. Su padre fue el Capitán Sebastián Garcilaso de la Vega Vargas, un célebre militar español que hasta inspiró versos de caballería: “Garcilaso noble lança / Caballero muy loçano”. Su madre en cambio fue la princesa inca, Chimpu Ocllo, hija de Huallpa Túpac, sobrina de Huayna Cápac y prima de Huáscar y Atahualpa.

Capitan Garcilaso de la Vega

Su padre, el Capitan Garcilaso de la Vega. Imagen: Andina.

Expertos garcilasistas como Aurelio Miró Quesada cuentan que la relación entre el Capitán Garcilaso y Chimpu Ocllo fue, quizás, una de las menos conflictivas de la época. ¿Cómo unirse al invasor? Para entender mejor la decisión de Chimpu Ocllo se debe recordar que durante esos años los incas estaban en una guerra civil, un conflicto que no solo benefició a los españoles sino que debilitó a las dos poderosas panacas que luchaban por el poder: las de Huáscar y Atahualpa.

Al ganar Atahualpa la guerra, comenzó una serie de persecuciones y humillaciones contra los familiares directos de la panaca de Huáscar, entre ellos la joven Chimpu Ocllo. Así que al ver que los españoles le arrancaban el poder a Atahualpa, como una especie de justicia divina, Chimpu Ocllo tuvo menos reparos en unirse a uno de sus militares y decidió recibir el bautizo cristiano bajo el nombre de Isabel Suárez.

Chimpu Ocllo

Isabel Chimpu Ocllo, madre del Inca. (Lo sentimos pero es la única imagen accesible)

Miró Quesda resume así la unión del Capitán Garcilaso y Chimpu Ocllo.

“En todo caso, la Ñusta Chimpu Ocllo –por amor o por fuerza- se entregó al duro Capitán Garcilaso, como para simbolizar con la unión de sus dos sangres la vinculación, que iba a ser ya definitiva, del mundo cultural y racial andino con el mundo greco-romano-cristiano de Occidente”.

El primer nombre: Gómez Suárez de Figueroa

Casa Inca Garcilaso de la Vega

Casa Inca Garcilaso de la Vega en Cusco, hoy sede del Museo Histórico Regional. Foto: Biblioteca Nacional del Perú.

El 12 de abril de 1539 nació en Cusco el pequeño Inca Garcilaso de la Vega, que antes de autodenominarse así era simplemente Gómez Suárez de Figueroa, uno de los tantos niños mestizos que pronto jugaría en las calles cusqueñas junto a Juan Serra de Leguízamo, Felipe Inca, Juan Balsa, Carlos Inca, todos hijos de una madre inca y un padre español.

Sus primeros años fueron de una tranquilidad y un aprendizaje tremendo: dominó el español, el quechua y el latín. Solía visitar junto a sus amigos el complejo de Sacsayhuamán, los caminos hacia el Chinchaysuyo por la cuesta Carmenca, al Antisuyo por el lado de Toccocachi, el del Cuntisuyu entre los linderos de Pichu y Chaquilchaca, y el del Collasuyo que pasaba por el barrio de Púmac-Chupan. Lugares sagrados que aún mantenían la belleza del imperio incaico y que luego serían detallados en sus Comentarios Reales.

Sin embargo, cuando cumplió 10 años descubrió que su condición de mestizo era también significado de diferenciación. Su padre, el capitán Garcilaso de la Vega, había por fin cedido a las recomendaciones del reinado de España de casarse con una descendiente española o de perder el derecho a sus bienes. La elegida fue Doña Luisa Martel de los Ríos, que tenía solo 14 años de edad al momento del matrimonio. El pequeño Inca Garcilaso de la Vega no perdió ningún privilegio como hijo bastardo. Pero vio cómo su madre era dispuesta en otro casa y luego casada con un español de bajo rango, Juan del Pedroche, del que tendría dos hijos.

Matrimonio inca espanol

Ejemplo de un matrimonio entre un español y una descendiente inca.

La ceremonia de su madre que aún tenía el rango de princesa fue fastuosa y se dice que el mismo Capitán Garcilaso puso un dote porque le tenía mucha consideración. Al momento de su matrimonio, Isabel Chimpu Ocllo llevó “1.500 pesos en plata ensayada y marcada y una cantidad igual en llamas o “carneros de la tierra” y vestidos” (Miró Quesada, Aurelio).

Pero nada de esto amainó la amarga impresión de la separación de sus padres. Por eso, el Inca Garcilaso de la Vega criticó con dureza esta política real y agregó que había muchas españolas que solo se casaban con hombres viejos llenos gloria y dinero para poder enviudar pronto y disfrutar toda su fortuna.

Durante su adolescencia, el Inca Garcilaso de la Vega siguió visitando a su madre y a su familia, de ellos obtuvo historias directas de la grandeza incaica, de los linajes y las costumbres, de las guerras y las perdiciones. Tan maravillado estuvo con el mundo andino que al enterarse de la visita del inca Sayri Túpac, hijo de Manco Inca, quién había salido de su refugio en Vilcabamba para conversar con el virrey Hurtado de Mendoza, decidió ir a verlo y mostrarle su admiración. Al terminar su entrevista, el Inca Garcilaso de la Vega le hizo una reverencia.

“Después me dio licencia para que me fuese, mandándome que le visitase muchas veces. A la despedida le hice adoración a la usanza de los indios, sus parientes, de que él gustó muy mucho y me dio un abrazo con mucho regocijo que mostró en su rostro”, recuerda en sus Comentarios Reales.

Al cumplir los 20 años, el Inca Garcilaso de la Vega pierde a su padre y decide ir a España a continuar sus estudios. Se despide de su madre, del Cusco y de los amigos mestizos de la infancia. No lo sabe, pero ya nunca más regresará a esas tierras que tanto ha querido y de las cuales escribirá en sus últimos años de vida.

El segundo nombre y definitivo: el Inca Garcilaso de la Vega

Inca Garcilaso de la Vega retrato

Inca Garcilaso de la Vega en la versión del pintor cusqueño Francisco González Gamarra.

El nombre del Inca Garcilaso de la Vega demoró varias décadas en formarse. La primera muestra de esta metamorfosis se dio en 1563 y la definitiva en 1600 al firmar un documento oficial con el nombre de Garcilaso Inca de la Vega. La periodista Sonia Luz Carrillo recoge el recorrido de esta identidad.

En 1563 firma Gómez Suárez de la Vega, una semana después aparece como Garcilaso de la Vega. (Carrillo, p.24). En 1570, año en el que pelea contra los moros de Alpujarras, añadirá a su nombre la palabra Capitán. En 1590, al publicar Diálogos de amor, libro con el que ganaría extendida consideración intelectual, se identifica como indio. Francisco Carrillo ilustra acerca de los pasos hacia la identidad que armoniza los dos mundos: “En 1596, en un manuscrito con enmiendas de su propia mano, se llama “indio antártico” y firma Inga Garcilaso de la Vega y en 1600 en un documento oficial de Montilla se firma Garcilaso Inca de la Vega”.

Al momento de la publicación de su libro más famoso, el año de 1606, el Inca Garcilaso de la Vega ya había terminado de moldear su identidad y sus reflexiones se encontraban en el pico de su brillantez. En Lisboa encontró al editor Pedro Crasbeeck y pudo por fin concretar una larga ambición: escribir el gran libro sobre el Perú, el título original fue:

“Primera parte de los / Comentarios Reales, / que tratan del ori-/gen de los Yncas, Reyes que fue-/ron del Perv, de sv idolatría, leyes y/ govierno en paz y en guerra: de sus vidas y con-/quistas, y de todo lo que fue aquel imperio y / su Republica, antes que los españo/ les pasaran a él. Escritos por el Ynca Garcilaso de la Vega, natural del Cozco,/ y capitán de su Magestad”.

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Primera página de los Comentarios reales de los incas. Imagen: wikiwand.com

El Inca Garcilaso de la Vega también diseñó un escudo con su nombre y lo incluyó en las páginas de los Comentarios Reales, en él se puede ver su visión y su propuesta política de lo que debería ser el Perú: dos naciones que han de vivir para siempre juntas, en busca de una armonía.

Escudo Inca Garcilaso de la Vega

Escudo del Inca Garcilaso de la Vega. Imagen: Instituto Cervantes.

En la parte izquierda del escudo se pueden encontrar armas, hojas y el lema Ave María, distintivos de su familia por parte paterna. Mientras que, en el lado derecho se ven las figuras del sol, la luna y la mascapaycha real rodeada por dos serpientes, símbolos de su familia materna.

“El inca Garcilaso es el primer peruano que escribe cumpliendo una misión, el primero que asciende de la objetiva sencillez de la crónica o de la delectación subjetiva en la forma, para preocuparse por más hondos problemas: los del común quehacer y el común meditar”, sostiene Aurelio Miró Quesada.

Aun así, el Inca Garcilaso de la Vega no alcanzó a comprobar la importancia de su obra en la historia del Perú y de España. De hecho, la segunda parte de los Comentarios Reales, también conocida como Historia General del Perú, apareció solo después de su muerte, en 1617. Ahora, con la lejanía del tiempo, podemos decir que él es, según palabras de José Carlos Mariátegui, el “primer peruano” o, según Vargas Llosa, “un hombre universal”.

Garcilaso de la Vega, el primer peruano

«A los Indios, Mestizos y Criollos de los Reynos y Provincias del grande y riquísimo Imperio del Peru, el Ynca Garcilaso de la Vega, su hermano, compatriota y paisano, salud y felicidad».

Dedicatoria de la segunda parte de los Comentarios Reales,  también conocida como Historia General del Perú.

Monumento Inca Garcilaso de la Vega

Monumento al Inca Garcilaso de Vega en Roma. Se lee: «Ilustre en sangre. Perito en Letras. Valiente en Armas. Nació en Cuzco, que fue otra Roma». Foto: Giorgio Canonmania.

Como toda gran creación, los Comentarios Reales fue una obra pionera. A fines del siglo XVI e inicios del XVII, en España y Europa, se consideraba que los “indios” vivían en la absoluta barbarie y que necesitaban ser “civilizados” y cristianizados a toda costa. Sin embargo, el Inca Garcilaso de la Vega fue el primer escritor peruano que detalló la grandeza del imperio incaico, la defendió públicamente y dijo orgulloso que él provenía de esa raza, que para él era comparable con el imperio romano.

A diferencia de otros escritos de la época, conocidos como crónicas, los textos del Inca Garcilaso eran unos “Comentarios” críticos a esos textos que ya eran leídos en Europa. De esta forma, el Inca Garcilaso quería refutar sucesos contados, negar versiones alteradas o complementar narraciones de la época. El catedrático Giuseppe Bellini enumera algunas de los libros que leyó :

“El dominio con que el Inca maneja fuentes y la agilidad con que cita a manera de confirmación, o rechaza, con agudeza crítica convincente, las afirmaciones de Gomara, Acosta, Cieza de León Agustín de Zárate y cuantos escritores de Indias leyó, son la prueba más evidente de la seriedad de intenciones del cronista y de la originalidad de su obra”.

¿Pero los Comentarios Reales son entonces una obra histórica o literaria? Son una mezcla de ambos. Sin embargo, no es fácil descifras cuáles fueron las intenciones del autor en este campo.

Incas

El Inca Garcilaso de la Vega nunca pudo olvidar la gloria del imperio incaico. Imagen: Referencial.

Si se analizan las dos partes de los Comentarios Reales de los Incas con el rigor historiográfico de un Riva Agüero, se encontrará que la obra tiene muchos datos históricos erróneos. Sin embargo, tiene a la vez relatos únicos, recogidos durante su niñez, gracias a sus familiares maternos. Estas narraciones solo los pudo conseguir él debido a su cercanía con el mundo incaico. Por eso, también se le reconoce un valor histórico pese a no ser una obra estrictamente histórica.

En el aspecto literario de su obra es donde sí existe un notorio consenso: el estilo narrativo del Inca Garcilaso ha sido una de las causas de su merecido éxito. Mario Vargas Llosa, en su ensayo El Inca Garcilaso y la lengua en general dice con reconocimiento:

“Muchas páginas de antología hay en los Comentarios Reales. Pequeñas historias relatadas con la destreza de un cuentista consumado, como la aventura del náufrago Pedro Senano, precursor y acaso modelo del Robinson Crusoe, o la batalla contra las ratas que protagonizó, un día y una noche, un marinero enfermo en una nave solitaria atracada en el puerto de Trujillo. O legendarias creencias de los antiguos peruanos: la enfermedad de la luna y los conjuros para curarla, por ejemplo, o la peripecia triste de la piedra cansada, traída de muy lejos para la fortaleza del Cusco pero que «del mucho trabajo que pasó por el camino, hasta llegar allí, se cansó y lloró sangre, y que no pudo llegar al edificio».

Mariátegui en sus “7 ensayos de interpretación la realidad peruana” reconoce no solo el valor literario del Inca Garcilaso sino su posición histórica:

“Garcilaso nació del primer abrazo, del primer amplexo fecundo de las dos razas, la conquistadora y la indígena. Es, históricamente, el primer «peruano», si entendemos la «peruanidad» como una formación social, determinada por la conquista y la colonización españolas. Garcilaso llena con su nombre y su obra una etapa entera de la literatura peruana. Es el primer peruano, sin dejar de ser español”.

Es precisamente en ese mestizaje cultural que se debe entender al Inca Garcilaso de la Vega, en la unión de dos mundos que hoy están fundidos, en el reconocimiento de que la cultura del “otro” puede ser armónica con la nuestra, en el orgullo de hablar el runa-simi y el español a la vez. Si luego de cuatrocientos años, hay quienes aún creen que las palabras “indio”, “cholo” o “serrano” pueden ser usadas como insulto, es porque les hace falta leer al Inca Garcilaso de la Vega.

Y, si por el contrario, como ciertamente lo hay, existen peruanos que aprovechan esta mixtura cultural y lo expresan en lo musical, en lo gastronómico, en lo literario, en lo artístico y, sobre todo, en lo rutinario, sepan que son herederos del “primer peruano”, un hombre del que ni siquiera tenemos una clara idea de cómo era su rostro y que, sin embargo, ha hecho tanto por construir la identidad de este país .

(Por cierto, oficialmente se conmemora la muerte del Inca Garcilaso de la Vega el 23 de abril. Sin embargo, los historiadores no han encontrado pruebas exactas de que esta sea la fecha, pudieron ser unos días antes o unos días después. Pero eso no es lo importante, ¿verdad?)

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